
En nuestra cultura, el órgano elegido ha sido el corazón. En sí mismo, no deja de ser un órgano que aparece al abrir el tórax, con aspecto más bien asquerosillo y repulsivo. A pesar de ello, por abstracción, es antiguo centrar en él numerosas y amplias virtudes. Así, se llega a decir de una muy buena persona que es "de gran corazón", como si justicia y solidaridad tuvieran algo que ver con la capacidad ventricular.
Hoy, entre la gente, para dar marchamo de realidad a alguna afirmación o sentimiento se dice "te lo digo de corazón" o "me duele en el corazón". Si lo llevamos al campo de lo existencial, en él radicamos hasta la propia alma, y para referirnos a que "se lleva en el alma" o "nos duele en el alma", acompañamos las palabras llevándonos las manos al centro del pecho (que es de verdad donde está el corazón y no a la izquierda). Incluso el cristianismo lo concreta al exaltar "el Sagrado Corazón de Jesús".
Hasta el más sublime de los sentimientos, el amor, también lo ubicamos ahí. La imagen de nuestro Tenorio arrodillado y con sus manos en el pecho mientras se declara a su amada es ya clásica. Y los jóvenes, hoy como antaño, en cualquier pueblo, sentados junto al río, al atardecer; se siguen diciendo aquello de "te quiero con TODO mi corazón", sin reparar en que ese vaso especializado que se dedica a bombear sangre, no tiene nada que ver con el complejo proceso bioquímico que resulta ser el amor.
Pero en esa romántica y manida frase, además de en la abstracción, es en la palabra TODO donde radica parte de la gracia. La abstracción se precisa para eludir la realidad, que es esa amalgama de válvulas, músculo y trabéculas que uno se encuentra ahí, detrás del esternón; y lo del TODO, tiene su cosa, porque tampoco uno ve a nadie queriendo a otra persona sólo con su aurícula derecha o con la válvula mitral, no. Hay que querer siempre con TODO el corazón.
Y mientras, por otro lado, sigue siendo curiosa la cara que ponen los especialistas que adquieren revistas del corazón, sin que hasta la fecha hayan encontrado un solo artículo de Cardiología en ellas.
Y ya en éstas, uno piensa en otras culturas, y se pregunta ¿y siempre se sintió esta curiosa fijación con el corazón? La respuesta es NO. Se sabe que la cultura egipcia supo de la extraordinaria importancia del hígado, al tratarse de una víscera aún hoy inigualada por laboratorio alguno. Interviene directamente en el metabolismo de los tres principios inmediatos, sintetiza factores imprescindibles en la coagulación, controla posibles infecciones, elimina tóxicos internos y externos, regula la acción hormonal femenina en los varones, etc.
Ante tanta importancia sabida/intuida, el pueblo egipcio dio a esta víscera la importancia social que nosotros damos hoy al corazón. Y así, se llevaban las manos al hipocondrio derecho para decir a algún amigo "sinceramente, te lo digo de hígado". Claro, era de esperar que en los atardeceres del Nilo, a Nefertiti, le llovieran los tejos al susurro de "te quiero con todo mi hígado", siendo aquí igualmente importante la abstracción (por evidente) y el todo, ya que "te quiero con mi Cápsula de Glisson" o "con mi conducto hepático", queda ciertamente más frío y distante que la referencia a la víscera al completo.
Y así, cuando uno mira presente y pasado, no puede sentir sino pena por sus nietos y nietas, a los que se les augura un turbio porvenir y pocos roscos, cuando en los atardeceres manchegos, frente a un riachuelo seco, llevándose la mano a la cabeza (desconoceremos en qué medida por asombro y en qué medida por pasión) se digan aquello de "de verdad, te quiero con todo mi cerebro".
Y la música que oyes, nos llega de otra cultura: La India. Su nombre es “Chunari Chunari”, forma parte de la BSO de la película La Boda del Monzón, su autor es Michael Danna y es interpretada por ABHIJEET, ANURADHA SRIRAM & CHORUS. En la película se reproduce y subtitula de forma completa
Aaja na chhoole meri chunari sanam
Kuchh na mein boloon tujhe meri kasam
Chunari Chunari
Chunari Chunari
Kuchh na mein boloon tujhe meri kasam
Chunari Chunari
Chunari Chunari