sábado, 29 de septiembre de 2007

FRASES A DESTERRAR (1ª entrega)

Nos recordaban la gente de El Último de la Fila que “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. A veces la propia rutina del trabajo, a veces incluso con la mejor de las intenciones, acuñamos frases que no son del todo recomendables para la necesaria relación terapéutica enfermera (sanitarios en general)-paciente. Poco a poco iremos desgranando algunas, pero hoy nos centramos en una de las más perversas, porque se suele decir con el fin de lograr una cierta tranquilidad, y produce habitualmente el efecto contrario. Me refiero a eso de tranquilo, si nosotros estamos acostumbrados”. Se usa en los más diferentes ambientes. Un ejemplo: Mientras alguien asoma la cabeza tras un biombo donde se realiza un electrocardiograma. Me da igual hombre que mujer, joven que anciano; a la persona con el pecho descubierto le suele hacer muy poca gracia, aunque nosotros estemos muuuuuy acostumbrados. Otro más con el mismo criterio, cuando vamos a sondar a alguien sin las debidas medidas de protección de la intimidad. Un tercer ejemplo: Cuando a un paciente oncológico se le retira su peluca sin previo aviso (para ser intervenido, etc.). Otra más: La falta de privacidad en una radiografía. Son siempre situaciones que uno, profesional, puede presenciar con frecuencia, pero que el/la paciente que lo vive, lo siente como una experiencia única y frecuentemente trascendental en su vida. Podemos estar todo lo acostumbrados del mundo, pero nosotros no somos el fin en la acción del cuidar (¡no lo olvidemos nunca!). Seguramente el paciente no esté acostumbrado y eso es lo que nos debe importar: el/la paciente y sus vivencia. Por eso, lo mejor es no dar pie a esas situaciones y así llegado el momento me evito el “tranquilo, si nosotros estamos acostumbrados”. Para decir algunas cosas que de vez en cuando decimos, mejor te callas.
Y si de Callas hablamos, tendremos que referirnos a una de las mayores paradojas de la música: al castellanizar tal apellido, se pide el silencio para la que ha sido posiblemente la más hermosa voz femenina en la historia del canto: María Callas ("la Calas"). La podemos oír aquí en uno de los pasajes más clásicos de la ópera: “el brindis” (Libiamo ne’ lieti calici) de La Traviata de Verdi. Cantan Francesco Albanese (Alfredo) con María Callas (Violeta) y suena la Sinfónica de la RAI de Turín, en una histórica grabación de 1953.

ALFREDO
Bebamos alegremente de este vaso
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite.
Bebamos con el dulce estremecimiento
que el amor despierta
puesto que estos bellos ojos
nos atraviesan el corazón.
VIOLETA
…Yo quiero compartir
mi alegría con todos vosotros;
todo en la vida es locura salvo el placer.
Alegrémonos, el amor es rápido y fugitivo.
Es una flor que nace y muere
y del cual no siempre se puede disfrutar.
Alegrémonos pues una voz encantadora,
ferviente, nos invita
TODOS
…¡Alegrémonos!. El vino y los cantos
y las risas embellecen la noche;
y que el nuevo día
nos devolverá al paraíso.
VIOLETA
La vida solo es placer

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